China consolida su papel central como acreedor del orden capitalista, reflejando el desgaste de las potencias que dependen cada vez más del ahorro externo. Con más de 2,2 billones de dólares prestados desde 2000, dirige la mayor parte de sus recursos hacia economías ricas cuyo funcionamiento exige capital barato y abundante. Estados Unidos encabeza la lista de deudores, utilizando fondos chinos para sostener corporaciones estratégicas y obras de infraestructura críticas, pese a sus discursos alarmistas. En Europa, Alemania, Reino Unido y Portugal reciben amplios flujos que facilitan adquisiciones tecnológicas y participación estatal china en sectores esenciales.
Estos movimientos expresan la reconfiguración del poder económico mundial: las economías occidentales afirman autonomía mientras profundizan su subordinación financiera a un actor que planifica con visión histórica y perseverancia estructural, reforzando así un equilibrio global que ya no controlan plenamente en su propio beneficio.
Fuente de la noticia, aiddata.org
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