
La industria de la inteligencia artificial se presenta como un motor de empleo, generando millones de puestos de trabajo. Sin embargo, detrás de esta aparente prosperidad, se esconde una realidad de explotación y concentración de riqueza en manos de una élite tecnocrática.
Los trabajadores, precarizados y sometidos a condiciones laborales flexibles, son meros engranajes en una maquinaria que beneficia a las grandes corporaciones. Mientras estas acumulan ganancias récord, la mayoría ve cómo sus derechos se erosionan bajo la falsa promesa de innovación.
Este modelo refuerza las desigualdades, demostrando que, sin una distribución justa de los frutos del progreso técnico, solo se reproduce la opresión del sistema vigente.
Fuente de la noticia: essora.es.
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