
La exportación de mercenarios colombianos se ha convertido en una industria internacional al servicio de las guerras promovidas por las potencias capitalistas. Formados durante décadas por Estados Unidos para combatir a las guerrillas revolucionarias, decenas de miles de militares colombianos retirados se ofrecen hoy al mejor postor para intervenir en conflictos en Yemen, Sudán, Ucrania, Libia o Somalia. El factor económico es determinante: se les paga varias veces más que en su país, aunque muchas veces ni siquiera reciben lo prometido, como ocurre en Ucrania.
La experiencia adquirida en la represión interna se ha transformado en una mercancía, explotada por agencias privadas de seguridad y utilizada para sostener regímenes reaccionarios o intereses de corporaciones extranjeras. El asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse es un ejemplo extremo de esta degradación. Pese a las promesas del gobierno de Bogotá de frenar este fenómeno, el mercenariado sigue creciendo como un negocio global.
Fuente de la noticia, elpais.com
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