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Hoy es
20 de noviembre. Una fecha significativa, donde el dictador murió en
la cama dejando bien atado la sucesión política-económica. Las
grandes fortunas nacidas en el franquismo continuaron, adaptándose
al nuevo capitalismo financiero de la mano del Ibex, y rigen en la
monarquía con total impunidad y sonrisas en bodas de la aristocracia
o el Palco del Estadio Bernabeu.
43 años
después, el fascismo político vive un momento álgido, con la
irrupción de Vox y, sobre todo, con el discurso neo-fascista en
varios e importantes temas, que partidos como el PP, PSOE y C´s han
comprado para seguir contando con millones de votos y adeptos. La
sociedad española no es muy distinta a la del resto de los países,
donde el tsunami reaccionario ha penetrado en amplios sectores ante
la desidia y apatía de una izquierda reformista, que sigue sin ver
la lucha contra el avance del fascismo como una prioridad absoluta, y
pide más diputados para apuntalar con reformas un edificio podrido
desde las raíces.
Franco
ha muerto, dijo un lloroso Arias Navarro, pero la suerte del
personaje grotesco y simplón es lo de menos. Sus seguidores, que
supieron vender el continuismo como una “democracia”, son los
verdaderamente peligrosos.
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